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Foto: Libro "El Berbés corazón de una ciudad" |
El tiempo en el que acallaban el chirrío de los ejes oxidados.
Carros cargados de pescado en medio del bullicio hambriento
De escuadrones desordenados acudiendo a su cita; siempre a la misma hora.
Era el tiempo de los mandilones engalanados con escamas.
De Matilde, del Jarnacho; de Santiago, de Judas y de otros tantos.
De las carreras, de los gritos, del hielo y de la venta del pescado.
De los muelles atestados, de los marineros.
¡Y como no!, de las gaviotas y de los barcos.
De un bocadillo caliente en la bodega, de un café en la cantina
En la madrugada de una primavera que se acaba.
Fríos vientos de otoño han llegado del norte de Europa
Y han traído consigo una húmeda niebla, escondida en coches oficiales,
que apaga el brillo de la luna otrora reflejado en las aguas de la ría.
¡Marineros a caballo!
que confunden un remo con la pala de meter el pan en el horno
han dejado mudas a las gaviotas y ya se escucha el chirrío de los ejes oxidados
sobre el granito del Berbés, en un atardecer solitario.
por Balueiro
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