miércoles, 11 de febrero de 2015

Cape Town: Cruce entre el regreso y el adiós

A medida que se acerca al muelle, donde lo espero, la proa del barco se va transformando de un minúsculo punto alejado en la bahía a dos amuras esbeltas con ansias de rematar la faena. Todavía resuenan nítidas las notas de la gaita de Tino Baz que bailaron entre la lluvia el último fin de semana. Allí comenzó la marea.
En aquella velada, a través de su voz, fui consciente de que la hora de partir era inmediata. Convirtió los sonidos de la tierra, la amistad y el amor en esencias de nostalgia que ahora se despiertan como un recuerdo mientras mis manos se afanan con el cabo y el noray.
El barco ya está atracado. Las miradas de los que regresan se bloquean abrumadas por la luz multicolor. Tras cuatro meses de azul y más azul cuesta asimilar en un solo trago colores y tonos, matices y ruidos, máquinas y personas. El miniuniverso cerrado de a bordo explota como el Big Bang cuando entra en contacto con la civilización. Su onda expansiva me alcanza en el muelle y se mezclan y bailan y se funden mi nostalgia por los que dejé atrás y la felicidad de los que se reencontrarán.


La sal es un abrazo sincero entre el que regresa y el que se va en un sollozo de empatía que alivia el sufrimiento y modera la felicidad porque la marea cuando a uno lleva a otro trae.


No hay comentarios:

Publicar un comentario