lunes, 23 de junio de 2014

La mágica noche de San Juan

Foto: Rafael Tovar. CC
Como símbolo del triunfo de la vida sobre la muerte el día más largo vence a la noche más corta prolongándose hasta el amanecer en la Noche de San Juan  alimentado por el resplandor que emana del fuego de las hogueras. Leyendas y tradiciones impregnadas de magia y superstición, que perdemos de vista en la noche de los tiempos, se amontonan en Galicia alrededor del solsticio de verano. El agua, el fuego y las hierbas aromáticas son las llaves que a través de  milenios han abierto y todavía abren la puerta de las estrellas con cada salto sobre las llamas.

En una playa gallega, funden su esencia agua, fuego y hierbas en una purga azulona, dentro de un pote de barro, al lado de una hoguera que ennegrece la arena blanca mientras la luna asoma tímidamente su cara, tras la silueta del monte, anunciando su incorporación a la fiesta pagana.

La grasa de las sardinas solicita silencio en su contacto con las brasas. El aroma del churrasco es el pasaporte que distorsiona el tiempo y sube el telón azul de la queimada: en un petroglifo con dos ofidios, sobre una Pedra da Serpe en el Castro de Penalba en Campo Lameiro yacen sobre la piedra dos jóvenes enamorados que ansían tener descendencia. Es esta noche, solo en esta noche cuando su ofrenda (una taza de leche) causará tal placer a las culebras que hará que se abandonen y  liberen a la pareja de la maldición al despertar con los primeros rayos de sol.

El cucharón,"Mouchos, coruxas, sapos e bruxas...", en sus movimientos circulares al son de la gaita, parece tropezar con algún obstáculo en el fondo del pote: son las casas de Antioquía, ciudad tragada por la laguna de Antela, en Xinzo de Limia debido a la falta de caridad de sus gentes. Habrá que esperar al primer rayo de sol, en la mañana de San Juan, para ver como el campanario de su antigua iglesia se alza sobre las aguas.

A pesar de que Martino Dumiense, Obispo de Braga del siglo VI, intentó prohibir rituales y supersticiones ancestrales, espera, en una mañana de San Juan del siglo XXI, sobre un muro del Castro del Monte Santa Trega, un vaso de agua con una yema de huevo dentro, a que su joven dueño se acerque y observe que forma ha adoptado durante la noche. Le hablará de su futura profesión. ¿Se parecerá a un barco?



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