lunes, 10 de febrero de 2014

Juan Garcés. Hasta siempre, marinero


Juan Garcés. Foto ABC
Una marina gallega gris, invernal, interpretada cómo nadie lo ha hecho nunca; un almirante que capitaneó La Perla Negra; una bailarina del Moulin Rouge que observa enamorada a su admirado Pablo Picasso; un paisaje castellano con sus campos recién arados bajo la tenue luz de media tarde; un velero con sus tres palos libres de arboladura resistiendo una terrible tormenta; su pueblo gallego, A Guarda, en una noche oscura, desierto por el secular temor al paseo de la Santa Compaña. Este era Juan. Este siempre será Juan.

Un hombre de Mar soñador de sirenas, generoso y desprendido de cualquier esclavitud material que empobreciese su existencia. Ingenioso y espontáneo en su humor. Recuerdo el desconcierto de un camarero que tras haber pedido una tortilla Juan le susurra al oído: "Oye, no te he pedido un plato de Talavera, solo una tortilla". El camarero observa la vajilla y sonriente le responde: "Perdone don Juan, la vajilla es normal; es una imitación de la cerámica de Toledo". "¡No, coño! Te pedí una tortilla, no esto que no se rompe ni tirándolo al suelo".

Obra de Juan Garcés

Amigo de sus amigos y amigo, también, de los que algún día, torpemente, renunciaron a su amistad. Sin rencores. El que en algún momento de su vida fue amigo lo fue hasta el final.

Transparente como la Mar que lo dejó huérfano antes de que él supiese el significado de tan cruel palabra.

Transparente como la Mar que a punto estuvo de tragarlo en su adolescencia.

Transparente como la Mar que, en medio de un temporal en las costas gallegas, le hizo rezar a la Virgen del Carmen..."y eso que no soy muy pío".

Transparente como la Mar; a la que amó con locura.

Por fortuna para el mundo del arte lo jubilaron demasiado joven. Lo dejaron en tierra para que se ocupase de cosas de despachos. Lo odiaba. Luchó por seguir navegando y cuando fue consciente de que no volvería a navegar dijo para si a lo Fernando Fernán Gómez: "a la mierda" y en contra de todo, y de todos, colgó las botas y se dedicó a su otra pasión: pintar.

Un amante de la mar como nosotros, un marino de profesión y de corazón, un pintor que nos deja un legado repartido por museos de medio mundo, se nos ha ido para siempre. Se ha embarcado en su última marea y surcará los mares con el timón en una mano y el pincel en la otra.

Decía que nació en Marín por decreto ministerial (su padre estaba destinado allí). Se hizo guardés de adopción por la estrecha relación y admiración que sintió por las gentes de la mar de este pueblo (en especial el "Tio Benito" y el "Tuli") desde su más tierna infancia y a pesar de que su vida cotidiana transcurría en el centro de Madrid, aunque su debilitada salud no se lo permitiese, nunca escatimó en esfuerzos para acercarse a Galicia y darse sus paseos por playa y así poder sentir el olor y el sabor del Océano Atlántico.

Ahora navegará para siempre por sus aguas por expreso deseo suyo.

Rosalía de Castro, su Isis gallega, lo emocionaba y lo emocionará para siempre:

Cando penso que te fuches,
negra sombra que me asombras,
ó pe dos meus cabezales
tornas facéndome mofa.

Cando maxino que es ida,
no mesmo sol que me amostras,
i eres a estrela que brila,
i eres o vento que zoa.

Si cantan, es ti que cantas;
si choran; es ti que choras;
i es o marmurio do río,
i es a noite, i es a aurora.

En todo estás e ti es todo,
pra min i en min mesma moras,
nin me abandonarás nunca,
sombra que sempre me asombras.




2 comentarios:

  1. Nieves y Joaquín , que alegria ver vuestro homenaje a Juan Garces gran pintor y persona que tuve la suerte de conocer y compartir amistad. Gracias

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    1. Lo mismo nos sucede a nosotros Juan. Compartir con él el amor por la Mar y disfrutar de su sabiduría y amistad fue un gran regalo de la vida.

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