lunes, 28 de septiembre de 2015

Canas de acero

Foto: Pixabay/AnnaER
Cuando todavía continúan abiertas las heridas producidas por la crisis financiera; algunas aún sangrando; otras mal cicatrizadas; y muchas bajo tratamiento antibiótico de dudoso resultado, puede parecer temerario, visto desde un ángulo cortoplacista del prisma, plantearse la necesidad de la renovación de la flota de palangre de superficie española.

Podemos pensar que las enormes dificultades que las empresas familiares que componemos el grueso de este subsector pesquero debemos superar en cada marea para encontrar la financiación de las mismas son motivo suficiente y justificado como para ignorar una realidad que se acerca con la implacabilidad del transcurrir del tiempo. Podemos pensar que esa realidad no es asunto nuestro, que será suficiente con el mantenimiento de lo que un día creamos y desarrollamos; que corresponderá a la siguiente generación enfrentarse al reto de frenar al final que llama a nuestra puerta: el envejecimiento de la flota. Podemos pensar, también, que la palabra “NUEVO…”, acompañando al nombre de nuestro barco, es más que un epíteto soldado sobre la chapa oxidada de una amura cercana a la treintena de años de edad.

Tres grandes generaciones de apelativos como “NUEVO…”, “SIEMPRE…”, “SEGUNDO…”, “…TERCERO”, “…CUATRO”, “NOVO…” componen la flota de palangre de superficie. La primera fue construida entre finales de la década de los 80 y principios de la de los 90. La segunda se hizo a la Mar a mediados de los 90. Y la tercera largó sus primeros palangres al comienzo del siglo XXI. Lo último “NUEVO…” ya supera los diez años de edad (plena madurez); la media de edad ronda los veinte años (las puertas de la jubilación); y los más viejos sobreviven entre los veinticinco y los treinta y cinco (languideciendo entre reparación y reparación). Estas son las herramientas de quienes han decidido seguir ejerciendo la profesión de “espadero”.

En estos años se han encontrado soluciones para quienes han decidido abandonar la actividad, pero no así para quienes hayan decidido continuar y mantener los empleos. En plena crisis económica, como invitación a una boda, se ha incentivado la retirada de unidades para todos aquellos que, por uno u otro motivo, desguazaran el barco sin prestar la menor atención a las iniciativas que apuestan por mantener un sector tan importante como el palangrero de superficie, aunque no parezca éste ser el mejor camino en la consolidación de un sector que debería considerarse estratégico debido a la dependencia que del pescado tiene la población europea en su dieta diaria.

El desinterés mostrado por parte de las instituciones públicas en la renovación de la flota palangrera pone a prueba la madurez de un sector que deberá encontrar, por si mismo, soluciones técnicas y financieras para frenar la realidad canosa de sus barcos. Explorar nuevos mares en el diseño de los cascos, en la eficiencia energética, en los materiales utilizados, en la INGENIERÍA, así, con mayúsculas, será un reto necesario de superar. También, navegar por las turbulentas aguas del mundo financiero con capitanes preparados para encontrar el abrigo de operaciones a largo plazo y derroteros que apuesten por un sector sano en sus recursos pesqueros y excelente en el esfuerzo y la profesionalidad de sus tripulaciones.

De no ser así, ¿de qué nos servirá en un futuro próximo haber luchado hasta la extenuación por unos recursos saludables si nos quedamos sin flota? ¿Quién y cómo va a ocupar el espacio que dejemos libre?

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