viernes, 2 de enero de 2015

Postal de Nochebuena. La Noche del Druida.

imagen de zazzle.com
Un rosario de llamadas en el timbre comenzó a ensordecer cada verso de Knocking on Heaven´s door a partir de las siete de la tarde. La casa se fue llenando antes de lo previsto, quizás debido al frío que reina en la calle, pensó, mientras sus manos se peleaban entre los chasquidos que producían los golpes del mazo sobre el marisco que desmenuzaba en la meseta de piedra. Dirigió su mirada hacia el horno para cerciorarse de lo que su agudo olfato le advertía: que el bacalao estaba casi en su punto. Unas hermosas curvas en cuclillas se interpusieron entre su mirada y el horno zarandeándolo de felicidad, ella, su compañera, se le había anticipado una vez más.


Sobre la mesa solamente quedaban bandejas semivacías de comida y una nutrida variedad de botellas. Los niños correteaban ruidosos por toda la casa mientras los adultos, aderezados por el licor café y el vino, iban saltando entre canción y conversación. Villancicos, Podemos, gallegadas, corrupción, habaneras, el hermano que está en la Mar, boleros, el sobrino con carrera en la emigración... Uff! Empieza el rock´n´roll.

Recogía las sobras disfrutando de la velada. En la cocina, a solas, buscó una tregua con el baile y la algarabía. Se sentó medio mareado a causa de los brebajes que había ingerido. Su padre y su madre se le acercaron preguntándole cómo se encontraba. Bien , muy bien. Estamos todos juntos aunque solo sea una noche y discutamos que si Podemos, que si PP, que si cantamos esta o la otra.

Navegó durante una hora, que fue una vida, como polizón acompañando a su padre. En la ardora, descalzo no tempo da fame, de rapaz. En el Gran Sol en pleno invierno, salvándose de un naufragio. Por Capetón "que barcos aquellos, mi hijo. Ya disponíamos de ducha". Y por la jubilación de partidas de dominó con merluzas más grandes que hombres.

Su madre se reía cariñosamente de las aventuras que su Julio Verne particular contaba con todo lujo de detalles. Las conocía una a una por haberlas oído infinitas veces y habérselas contado a su hijo entre redes y agujas en interminables jornadas de chabola. También en la fuente, donde agotada lavaba la ropa con su retoño sentado atento a sus historias.

Había transcurrido mucho tiempo, pero aquella magia regresaba año a año, aunque fuese por una sola noche.

Hubo una pausa en la música cuando su hermana entró en la cocina. ¡Qué felices estarían Papá y Mamá bailando con nosotros hoy aquí!

Cada año están, siempre están, en esta noche de magia. Como el Rock`n`roll...los viejos mariner@ nunca mueren.

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