Hoy os dejamos un poema, una canción, y un grito de denuncia que surgió tras el hundimiento del Prestige pero que también es aceptable en este caso: ¡Nunca máis!
¡Basta! ni una luna más callada
Sangra mi pluma
palabras que no han sido escritas hoy,
sino en un pasado baile,
con la sangre que impregna mis manos,
que no es mi sangre, sino la suya.
Yace junto a la cama
derramando su última lágrima
sobre preguntas sin respuesta.
Sentencia que tiñe de rojo el sueño de un vestido blanco.
Y la de ellos,
¡derramada en una infancia vilmente segada!
Que con su inerte mirada se desvanecen
acariciándole el cabello
sin que su inocencia violada
les permita comprender por qué se apagan.
Mis manos,
las de un hombre de milenios violentos.
Ensangrentadas por la vergüenza
del abuso tras el embuste traicionero
de promesas que esconden una mísera existencia,
siempre sedienta de venganza,
ahora se acobardan. Cuando siento
la fría hoja del cuchillo en mi propio cuello.
Mis manos.
las de un hombre violento,
se alimentan de la indiferente mirada
de mil y una lunas que pasan,
y siempre se callan.
por Balueiro
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