Tiene, la Navidad, un sabor agridulce para la gente de Mar cuando nos coincide pasarla en altamar.
Lejos de nuestras familias, de festejos, de vinos con los amigos y de esa luz cálida que se ve a través de las ventanas semiempañadas del vecino en la tarde-noche, al regresar a casa, -"Feliz Navidad, vecino"- el asunto se saborea con amargor...
Lo dulce reside en que esa lejanía y aislamiento nos protege, a la vez, de la fiebre de las compras, de las carreras de última hora con la desilusión de no encontrar el último capricho de nuestro hijo, que a la postre, su interés por el decimoctavo regalo que recibirá en esta noche no pasará del momento de desempaquetarlo y verlo sin sorpresa alguna; llega el decimonoveno y ya se olvidó del anterior. Uf, que tiempos los del "cachurrillo".
En la foto que adjuntamos, reflejamos un momento de esas celebraciones multiculturales como nuestra tripulación. Es costumbre peruana quemar el muñeco en fin de año pidiendo un deseo. Mi ignorancia sobre el asunto me llevó a vestirlo con la camiseta del Celta pidiendo el regreso de mi querido equipo, en aquel año, a primera división. Quedamos en segunda. No me habían explicado que lo que quemabas era lo que querías echar fuera... ¡Vaya torpeza!
Y mientras desde tierra, querido Balueiro, nos acordamos de todos vosotros y os echamos de menos como amigos a la hora de tomar el vino, a la hora de la cena porque nos falta vuestro aliento y esperamos esa llamada desde alta mar con la que nos felicitáis la Navidad.Y la mejor de todas que recuerdo ésta que nos llegó a través de Españoles en la Mar.
Y desde O Berbés, un amigo común, Emilio Martínez nos manda esta felicitación de Navidad para todos los amigos del blog. ¡Gracias Emilio!
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