El 1 de diciembre el mundo ha celebrado el Día de la Antártida, ese continente que visualizamos blanco, frío y deshabitado pero que es un gran laboratorio para científicos de todo el mundo, y España es un país muy activo en investigación en ese área.
La Antártida es algo más que pingüinos, focas y mucho, mucho hielo. También hay invertebrados que viven en el fondo marino y con grandes posibilidades de curarnos. De su investigación y aplicación se encargan los científicos integrados en el proyecto Distantcom, liderado por Conxita Àvila, investigadora del Departamento de Biología Animal y del Instituto de Investigación de la Biodiversidad (IRBio) de la Universidad de Barcelona y en el que además colaboran investigadores de las universidades de Alcalá de Henares (UAH), Autónoma de Madrid (UAM), de Harvard y del Instituto Español de Oceanografía (IEO). Los científicos están ya en la Antártida -y nos lo cuentan por su cuenta de Twitter @DISTANTCOM- identificando las moléculas que intervienen en las relaciones entre estos organismos y evaluar su posible uso farmacológico.
Y esto, ¿cómo lo hacen? Según explica la investigadora a la Universidad de Barcelona, “intentaremos averiguar qué defensas químicas utilizan para repeler a los depredadores, para hacerse sitio o para mantenerse limpios y evitar que se les adhieran organismos a la superficie. Estos productos químicos -añade- también pueden tener una actividad biológica potencialmente útil en forma de medicamentos. Por poner un ejemplo, el compuesto que impide que se extiendan las células de tu enemigo podría servir para evitar que se desarrollen células cancerígenas”.
Para llevar a cabos sus objetivos, los investigadores deben recoger sus muestras mediante técnicas de buceo utilizando trajes secos adaptados a soportar temperatura del agua de hasta -1,8ºC y posteriormente realizar experimentos en los laboratorios del Buque Oceanográfico Hespérides y en la Base Antártica Española Gabriel de Castilla situada en la Isla Decepción.
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