Salimos con la Mar en calma. Dentro de la bahía el espectaculo era abrumador. Nos sentimos por un momento como unos seres privilegiados al poder disfrutar de un entorno natural desde una perspectiva diferente. Solamente había que observar las caras y las carreras de cada tripulante por la cubierta. Buscaban el mejor plano fotográfico. Conservar un instante para el recuerdo parecía lo único importante y así transcurrió una hora muy especial: entre fotos y sonrisas a un objetivo.
Una vez asomamos la nariz a campo abierto, lejos de la protección de las montañas, el Atlántico comenzó a enseñarnos las uñas en lo que sería una constante hasta el día de hoy (y que apunta a seguir igual hasta el final del trayecto).
La primera noche ya nos templó con una danza que fue in crescendo hasta llegar el alba. Es hermoso ver bailar juntos a la Bella y la Bestia, a Richard Gere con Julia Roberts, a Demis Moore con Patrick Swayze, pero al viento con las olas, eso... puro rock'n'roll. Las ojeras fueron las protagonistas del primer desayuno. Fue una noche de marcha, de glúteos contra el mamparo y rodillas contra la baldera del catre. Bien firme.
El tiempo continúa machacándonos de proa. El comportamiento del barco es noble y seguro y las únicas consecuencias de este subir y bajar olas constantemente, con embestidas incluidas, son nuestra incomodidad en lo cotidiano y el retraso en nuestro objetivo de llegar al caladero donde esperamos encontrar mejor tiempo que en estas latitudes.
En esta situación de guardia arriba y guardia abajo disponemos de más tiempo del habitual para charlar. Somos parlanchines de diferentes culturas, lenguas, paises y religiones. Conformamos un miniuniverso maravilloso que nos invita a reflexionar en muchas ocasiones sobre lo que sucede a la intemperie. La actualidad nos devora e intoxica con guerras y crímenes fanáticos provocados, seguramente, por el interés de unos pocos que consiguen enfrentar a las personas y a los pueblos con mentiras religiosas o políticas que nada tienen que ver con las ilusiones e inquietudes reales de la gente.
Lejos y aislados del eco de los tambores de guerra y con un objetivo común, que es luchar y trabajar duro para que nuestras familias estén lo mejor posible, convivimos a bordo respetándonos creencias, lenguas y tradiciones. Compartimos tareas, mesa, camarotes, baños, duchas, discusiones y sonrisas personas musulmanas, católicas, baptistas, evangélicas, ateas y agnósticas en un espacio reducido. Nos enriquecemos mutuamente sorprendiéndonos de las particulares curiosidades de nuestros respectivos lugares de origen, lejos de éste, nuestro diminuto mundo salado común. Y sabemos, por experiencias compartidas a lo largo de los años entre personas que vivimos en altamar, que existe una relación directamente proporcional entre la diversidad y la mejora en el funcionamiento del barco y el respeto entre los miembros de la tripulación.
Sonrisa con treinta nudos de viento: Luis es un joven tripulante que pertenecía a una iglesia africana que mezcla el cristianismo con tradiciones ancestrales de su pueblo. Ayer nos confesó, al observar que ya no practica sus rituales y ser preguntado por ello, que lo ha dejado por ser muy exigente. Particularmente creo que ha volado, que ha salido del cascarón. Se nos enamora en cada puerto y vive
en una nube romántica de musas. Solo le hice una advertencia invitándolo a escuchar una canción de rock: Soldadito marinero de Fito. Se descojonó de la risa en mi cara y me preguntó quién era Sirena. Volvió con sus musas.
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