Es tiempo de lluvia y de oleaje en nuestra tierra gallega:
no ha llegado, todavía, el cuarenta de mayo; es treinta y nueve de mayo, Día
Mundial de los Océanos. Es tiempo de twiter y de whattsapp (los SMS ya navegan
por la red como los escarabajos por
la carretera) donde el enunciado corto, en retumbantes comunicaciones, es lo
que impera. La vida efímera de la noticia construye nuestra realidad a golpe de
titulares, en un monótono y continuo
mensaje vacío de contenido. Nos encasilla, privándonos de toda libertad de
pensamiento y acción, sobre unos cimientos de lenguajes falsos forjados en la
terrible lógica de la parcialidad que
nos esclaviza e impide romper los muros de nuestra ceguera y egoísmo sectarios
que solamente aportan soluciones incompletas a los problemas que amenazan la
vida de la Mar y de los marineros.