miércoles, 18 de noviembre de 2015

La Mar... siempre tan distinta, siempre tan natural

A menudo siento nostalgia de la Mar (a menudo, mientras desayuno en el calor del hogar, con la vista perdida hacia el oeste, clavada en la linea del horizonte atlántico, entre marea y marea). Sucede porque el recuerdo de la Mar en la Mar, en su inmensa presencia de 360º, contradice al mundo que nos muestran los informativos. Su voz, la de la Mar, parece enmudecer en su encuentro con las rocas de la costa, como en una frecuencia inaudible para el oído de los hombres. Siento nostalgia de su voz al escuchar el sonido de los disparos entre los acordes de las guitarras.

Siento nostalgia del microuniverso que nos regala la Mar, lejos de la intoxicación fanática. Donde el católico, el agnóstico, el ateo, el baptista, el cristiano africano y el musulmán se respetan y en muchos casos consiguen ser amigos. Donde el rock'n'roll puede convivir con la cumbia, donde Bob Marley canta un dueto con Arturo "Zambo" Cavero, donde una alfombra orientada hacia la Meca, en el camarote, se convierte en un sagrado templo ante la respetuosa mirada de una estampa de la Virgen del Carmen pegada en el mamparo. Donde lo que importa son las personas: el compañero que te ayuda a arrastrar un cajón lleno de anzuelos hacia la popa.

La barbarie asesina que atentó contra los jóvenes que en París disfrutaban de una noche de rock'n'roll solo puede ser fruto de la cobardía enfermiza de quienes temen a la libertad de los seres humanos. Cobardes y asesinos que escudándose en lo sobrenatural eliminan al diferente sin entender, siquiera, la ubicación humana en lo natural.

Siento nostalgia de la Mar: de Souleiman, de Luis, de Constantino, de Winston, de Aziz, de Jaime, de Babacar y de todos los demás con quienes puedo compartir un día de capa, en medio de un temporal, o una churrascada de ternera, pollo y cerdo en una singladura de calma, donde cada uno come lo que cree y bebe lo que quiere. El baile y las risas quedan para el final: para cuando la música suena a tope y Angus Young engorda hasta 110 kilos punteando su Gibson SG convertida en una escoba; para cuando un hijo de la isla de Java baila una cumbia con torpeza abrazado a su amigo de Maputo; para cuando un vecino de Pisco transforma al son de la música los platos utilizados en un Kempul indonesio; para cuando un superviviente de Durban canta en afrikáans el Himno de la Alegría de Miguel Ríos.

La Mar, con un delicado susurro, anuda las miradas en silencio, iluminadas por la luz de la luna.

2 comentarios:

  1. Como gosto da beleza sentimento que trasmitides amigxs, que pena que non escoitemos , as veces, esa frecuencia que emite a MAR....Mar AmorAmar......e a música como linguaxe unirversal comunicandonos ..exercendo de vínculo necesario ante tanta barbarie sistémica....detesto as confrontacións que non usan a palabra... que se
    montan no tecido do beneficio e a crueldade.... un pouco de sentidiño e máis sentido poético da existencia......graciñas corazóns de Sal...

    ResponderEliminar
  2. Gracias Catalina. Gracias por tus palabras y por unirte a este blog y a nuestros pensamientos. La mar tiene el poder de dejar en tierra precisamente todos los "problemas" terrenales; tiene un gran poder curativo y una gran capacidad de simplificar nuestra existencia; tiene el poder de unión de los pueblos. Un abrazo!

    ResponderEliminar