Si hay un sentimiento duro de digerir en el puente de un pesquero es la mala pesca, una sensación que sólo se domina teniendo claro que es la naturaleza quien juega contigo. Y ante la Madre Naturaleza no podemos sino replegarnos. En este momento da la impresión de que el Océano es un desierto (aunque siempre existe quien encuentra su oasis particular en medio de tanta arena).
Nadie sabe porqué, pero llevamos un mes de mala pesca generalizada. La cosa se está poniendo difícil, pero no desistimos ni perdemos la esperanza de encontrar una esquina donde defender el barco. No paramos de recorrer millas de un lado para el otro. Los barcos, como en un anárquico juego sobre un tablero, nos movemos de una cuadrícula a otra: el del norte para el sur, el del sur para el norte, el de oeste para el este, y quizás los más acertados, con los pies quietos. Ni buenas condiciones oceanográficas ni leches. ¿Será El Niño que camuflado entre las corrientes y los gradientes de salinidad juega con nosotros?
Los espadas tienen el don de saber ponernos en nuestro lugar de vez en cuando, así que, si el ego humano crece más de la cuenta vienen ellos y te dicen: "tururú... ni puta idea. Je,je,je. No me encuentras, ¿eh?, fenómeno. Pues ya sabes que no estoy en la temperatura idónea, ni en la zona habitual, ni en la montaña altimétrica, ni en el valle de picnic, ni al norte ni al sur, ni en el plancton, ni sin el plancton”. Y sientes como ríen. “Te diré que solo estoy de paseo con mi novia y ni puñetera gana de comer en tus anzuelos, así que si quieres espera, figura".
Mientras el espada sigue con su novia de paseo en una relajada tourneé por desconocidas aguas del Océano Pacífico, en los puentes de los barcos ocupamos el tiempo con sesudos análisis por radio. Auténticas tesis doctorales en maratonianas conversaciones a través de las ondas explican las complejas razones que provocan la ausencia de pescado en nuestros palangres. Se retroalimentan y crecen en tamaño y surrealismo a medida que pasan los días con los palangres vacíos. Largamos y viramos...Nada. Solo nos queda lo de prueba y error.
Al final, para consuelo de nuestro corazoncito, tendremos que asumir las palabras de Édison cuando después de probar miles de filamentos en su bombilla y no conseguir que funcionara sin fundirse una y otra vez les dijo a los inversores cabreados por ver que invertían su dinero en un fracaso: "Se equivocan cuando dicen que no hemos conseguido nada y que las pruebas han sido un auténtico fracaso. Han sido un éxito rotundo: ahora ya sabemos que la bombilla no funciona con estos miles de materiales y eso es un gran avance".
¡Viva Édison!
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