lunes, 19 de junio de 2017

La mar y el marinero

Navegar durante meses por el centro de los Océanos crea un estrecho vínculo entre la persona y el mar que emana de la soledad y el diálogo permanente con las aguas, los astros y el horizonte infinito en los 360º  del compás. Navegar posiciona al Hombre en la verdadera insignificancia de su dimensión, en el sentimiento de pertenencia a un mundo que colisiona en el interior cuando el as de guía une las amarras al noray.



Pescar, ser pescador, relacionarse con el mar como medio vida, como modo de vida, mantiene intacto el recuerdo del abuelo, de las historias que el abuelo contaba de su abuelo. La tradición y el mañana se cruzan en un presente confuso. Ser buen pescador a los ojos del abuelo, a los del mañana, a los del nieto cuando uno sea abuelo, a los de la Mar, exige determinar con claridad el rumbo que evite el riesgo de encallar el barco en las rompientes que lo rodean.

Voces que niegan la pesca desde la comodidad y el lujo, escondidas detrás de la noble causa del respeto por la Naturaleza, nos piden que renunciemos a nuestra vida marinera; sin alternativa ni condición. Desde cómodos despachos y ostentosas vidas levantan el grito contra una manera de vivir: la Mar, como parapeto encubridor de los grandes capitales que los financian con el fin de desviar la atención de sus "falcatruadas". En algunos significativos casos son capitales mineros y petroleros que paradójicamente manifiestan una especial sensibilidad con el mar mientras perforan y contaminan con ácido sulfúrico el Planeta. Son estructuras tan poderosas que consiguen llegar a los sentimientos de los ciudadanos a base de invertir millones de dólares en comunicación, a la vez que lavan sus propias conciencias. Se regalan el derecho a dormir tranquilos sobre la mullida cama del primer mundo.

Poseen la capacidad de huir de la palabra que exigen a los pescadores y que quizás, también, sería la adecuada para sus propias vidas:  RENUNCIA. Las preguntas: ¿a qué? ¿A cuánto? ¿a la pesca, al coche, al avión, al aire acondicionado, al móvil. a las infraestructuras, al trasiego de millones de contenedores para satisfacer nuestra voracidad consumista...? ¿alguna voz del primer mundo está realmente acreditada para censurar a otra, para prohibir?

Escuchar voces occidentales que sostienen que el problema de la sobrepesca viene derivado de la sobrepoblación mundial, cuando menos, suena extraño como centro de tertulia entre un "Chester" y un "Barcelona" de Le Corbusier; toda vez que, como mero botón, está constatado que el 80% del consumo energético mundial se concentra en el 20% de la población. Me pregunto si no será más cierto que sobramos el 20%... en general, y no solo los pescadores.






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