martes, 6 de junio de 2017

El último viaje del rey: la travesía

A veces los marineros contamos historias sorprendentes sobre sirenas, monstruos marinos o indescriptibles islas no señaladas en los mapas, con el fin de impresionar al amigo o al nieto que nos escucha inmerso en nuestro relato. Quizás, esta sea una de esas historias de marino que contradice o cuestiona lo escrito con unas supuestas fantasías; o quizás, hable de una verdad oculta que jamás podremos probar, pero cuando menos nos sumerge en la duda sobre lo que nos cuentan o callan los documentos oficiales. Así nos lo contaron:




Estaba destinado en la fragata "Asturias" cuando salimos de Cartagena rumbo al puerto de Civitavecchia. Íbamos a recoger los restos de Alfonso XIII. A bordo venían el rey y su padre, don Juan. La noche fue intensa en el salón de oficiales con vítores regados en alcohol. ¡Joder! ¿Vamos a buscar los restos mortales de un rey? Vaya fiesta. Para mi todo estaba bien, solo me importaba mantener el pelo largo y escuchar la radio. Ya nos habían advertido que no invitásemos a don Juan aunque nos ofreciese pisos y subidas de sueldo. Dormía con una botella de ginebra sobre la mesilla. El viaje de regreso lo hizo por tierra, ya no vino a bordo. 

Roma nos recibió con un día gris de llovizna, triste como la recepción que nos aguardaba: nadie. Un muelle de carga general vacío y húmedo. ¿Venimos a por un rey? 
Un pequeño grupo de personas en círculo con el féretro suspendido en aquella grúa de cargar mineral fue lo que pudimos ver desde cubierta. Imaginé, por un momento, la fastuosa escena si los restos de aquel ataúd fuesen de un monarca inglés.
Antes de emprender la travesía de regreso a Cartagena dejamos algún recuerdo en la ciudad: la cuenta de un cabaret sin pagar y unos marinos con la cara hinchada. A bordo, se desalojó una sala de torpedos para ubicar los restos mortales del rey. Muchos hicimos fotos junto al cadáver mientras ¡Viva España, viva el Rey! llegaba del comedor de oficiales. ¿Y las mujeres, qué?, exclamó alguno. El Comandante llegó a Cartagena cesado. Dicen que por enfermedad, pero...



Cierto es que en los velatorios de mi infancia, mientras las mujeres de la familia rezaban respetuosamente durante toda la noche al lado del fallecido, los hombres llenaban sus estómagos de aguardiente blanca y de hierbas en la cocina hasta que la Tía Antonia los echaba de casa con un fuerte rapapolvo.
¡Ay, cómo se notó la falta de Tía Antonia en aquella ruta!


Llegamos a puerto de madrugada. Bajaron el féretro con la grúa del barco para un patrullero menor.  Mientras lo bajaban sentí lástima por aquel hombre, del que apenas conocía más que su nombre.

Recordando los protagonistas de aquel viaje [un exiliado o traidor (según quien te lo cuente), un desheredado y un abdicado]... pienso en el futuro de Felipe VI.

Pero no me consta que el rey estuviese en esa travesía. Ningún documento ni noticia lo menciona.

Yo tomé un vaso de coñac a bordo con él. Así que, pueden contar lo que les apetezca.






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