El pez espada está considerado un gran migrador por el mundo científico. El epíteto “Gran” podrá referirse tanto a su estatus en la pirámide alimenticia como al número de millas que recorre a lo largo de su ciclo vital. Esta segunda característica convierte en grandes migradores, también, a los tripulantes de los palangreros de superficie.
En los últimos meses las temperaturas del Océano Pacífico están anómalamente altas. El efecto que ello produce sobre el comportamiento de la vida marina es tan evidente como desconocido en sus consecuencias más allá de lo que podemos observar y especular. Lo cierto es que las pautas y ciclos migratorios de las especies se ven significativamente alterados.
Últimas millas de la marea tras cuatro
meses de mar. La palabra “millas” se manifiesta como protagonista
de este periplo. Zonas, estaciones, estadísticas de capturas,
apuntes de pesca, y mapas oceanográficos poco han servido para fijar
los espacios vitales propios del pez espada y su comportamiento. Un
dicho de la ribera: “todo polo mar abaixo”.
Contar las millas recorridas a lo largo
del océano en la búsqueda del solitario pez espada da un resultado
“global”. De hecho, serían suficientes para dar la vuelta al
mundo: superan las veinte mil, entre los más de treinta días
navegados en cambios de zona y el recorrido diario en las faenas de pesca. Unas curiosidades comparativas: rodear el continente africano: 12.500 m; Vido-Australia: 8.000 m; círculo máximo de la tierra, 40.075 km.
Da la sensación que el calentamiento de la Tierra le impide al pez espada encontrar asiento con facilidad. Se mueve, aparentemente, más de lo que acostumbra sin establecerse grandes periodos en la misma zona, ni en las habituales. Cómo afectará a sus poblaciones es incierto. Llegado a este punto me acuerdo (como decía George Perec) del primo de Rajoy; también del mismísimo Rajoy, porque en el futuro los marineros del pez espada no solo serán grandes migradores, sino que muy grandes migradores, mucho grandes migradores.
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