Pasan los años y el peso de la conciencia, alentada por el grito de una mujer que Ricardo escuchó cuando el Peter moría, le puede, así que decide viajar a donde aquel hombre vivía. Allí conoce a Estela, la mujer que Peter dejó viuda, y a la Abuela que vive con ella y con la pena y el vacío que la muerte de Peter dejó en su casa.
Me ha encantado. Simple y llanamente. Una obra de teatro en tres actos que nos pone ante la diatriba de ¿hasta dónde llegaríamos para resolver los problemas que más tenemos?, ¿seríamos capaces de matar si no supiésemos las consecuencias de nuestros actos? Evidentemente está claro que el ser humano es capaz de hacerlo. No hay más que pensar en el famoso “botón rojo” que la liaría parda en caso de pulsarse pero, ¿sería tan fácil de pulsar si por nuestros ojos pasasen las imágenes reales de sus consecuencias? Un libro que recomiendo totalmente, que se lee con una facilidad pasmosa –no parece que estés leyendo teatro– y que tiene un personaje, la Abuela, que vale un potosí conocer.
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