lunes, 25 de noviembre de 2013

La solidaridad en la Mar

Tripulación del "Francisco y Catalina" protagonistas de "Malta Radio"

Estos días leyendo sobre la polémica valla de Melilla y la crueldad de las cuchillas que en ellas han colocado para reducir la inmigración ilegal no podemos sino recordar a todos esos marineros africanos que forman parte de nuestras tripulaciones y con los que convivimos durante meses. Nos cuentan sus situaciones personales, y cobramos consciencia de la suerte que hemos tenido por no tener que escapar a un día a día realmente cruel, marcado por guerras, injusticias, hambre.

Cuando vemos las trágicas noticias sobre la inmigración, la mafia que subyace al drama humano y los factores que mueven a miles de inmigrantes a embarcarse en cayucos, arriesgando su vida por escapar de su dura realidad, no podemos sino recordar a los marineros del “Francisco y Catalina”. La historia de aquel pesquero que auxilió en aguas del Mediterráneo a un grupo de inmigrantes perdidos, sin agua ni víveres, en el medio del mar y que se vió inmerso, fuera de toda lógica, en una situación que nadie podía imaginar. Unos marineros que renunciaron a toda su faena por cumplir uno de los principales principios de todo hombre en la mar: la solidaridad.

Hoy seguimos lamentando que ocurran estas situaciones y recordamos a aquellos marineros del “Francisco y Catalina” que Manuel Menchón inmortalizó en la película “Malta Radio”.




Y yo como marinero y patrón, tampoco puedo olvidar las señales de dolor que aparecían en el rostro de Abdoul Aziz Faye (un compañero, un amigo, un hermano senegalés, natural de Sendou, con el que navegué durante década y media) cada vez que comentábamos una noticia relacionada con asuntos de inmigración en Europa.
Las sumas de Abdoul


Abdoul no sabía escribir, ni leer (hoy, aunque habla en francés y olof, escribe y lee en español) pero entendía lo suficiente como para entristecerse con la irracionalidad y contradicción de una sociedad como la europea que, por un lado, proyecta al mundo exterior un halo de igualdad, tolerancia y respeto por los derechos humanos en lo general, y, por el otro, es capaz de dotarse de barreras infranqueables en forma de cuchillas o documentos para las personas que buscan desesperadamente su abrigo huyendo de guerras, miserias y abusos provocados, en sus tierras de origen, la mayor parte de las veces, por nosotros mismos.


Noches enteras hemos pasado hablando de la tristemente famosa Isla de Gorèe (símbolo de la esclavitud en el siglo XIX). Espero que el sentido común evite que las cuchillas de Melilla se conviertan en un símbolo de la irracionalidad del siglo XXI.


Contaré, en otro momento, cómo Abdoul aprendió a leer y a escribir en medio del Océano Pacífico. Fue una historia preciosa y emocionante, sobre todo cuando descubrió la primera palabra con significado a sus 40 años: de + do.

- ¡Dilo rápido, Abdul, dilo junto!

- ¡Dedo!

Quedó petrificado mirando su dedo índice con los ojos inundados de lágrimas y su corazón a punto de estallar.
 Un poco de rock'n'roll...

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