
Ya han pasado unos meses desde que a Piueiro nos abrieron la puerta de la chabola de la familia "Banderas" para rescatar de la humedad las primeras redes y utensilios de pesca. Después, el motor "Seagul" de Manolo Mon, los compases poveiros, la caldera de encascar las redes, remos, embarcaciones, achicadoiras, nasas, libros, imé, etc. Así, día tras día, la colaboración desinteresada de decenas, ya centenas de personas del pueblo, hizo posible que los responsables del Museu de Povoa de Varzim se fijasen en los extraordinarios resultados conseguidos en la búsqueda de los pequeños objetos relacionados con la Mar. Por si solos, en cada unos de los espacios oscuros donde vivían ajenos al paso del tiempo, permanecían en silencio, como mudos. Al juntarlos, la historia de un pueblo marinero comenzó a sonar como una coral. Las ataderas, el olor a cáñamo, el sonido del bronce, la fonética toponímica propia de esta esquina sur parece reclamar, con la última voz de auxilio, la atención que se merece.
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